«Carnaval toda la vida»: una mirada sobre la fiesta popular

El carnaval es una fiesta pagana, es decir, del «pagus», el pago; vale decir, proviene del mundo rural.

Los carnavales en Latinoamérica tienen una prolongada y muy rica historia. En la región rioplatense está muy ligado al candombe y la murga, tanto argentina como uruguaya; con influencias de culturas afro y europeas. En el interior de Argentina están muy presentes tradiciones folclóricas, ligadas a los pueblos originarios locales y del subcontinente, que desde las migraciones internas, se han hecho presentes también en Buenos Aires.

En algunas tradiciones están presentes elementos provenientes de la época colonial, en donde la historia se mezcla con lo legendario, vinculadas a los esclavos y sus momentos recreativos, en donde la memoria de lo tribal se mezcla con la crítica y la burla hacia sus amos. En las murgas porteñas, están presentes en los trajes de raso, cuya leyenda recuerda a negros esclavos que utilizaban las levitas de sus amos pero al revés exhibiendo el raso que esos trajes tenían en su interior.

Sus pasos de baile recrean distintas situaciones: algunos pasos simulan el andar encadenado de los esclavos, los tres saltos (tres por los 30 latigazos, un castigo muy común en aquel entonces), así como el intento de sacarse las cadenas y la matanza, el momento de mayor liberación. Los maquillajes y las máscaras, presentes en ambas orillas del Río de La Plata y en muchas otras partes del mundo, más allá de lo pintoresco, representan y recuerdan a aquellos festejos en donde los esclavos, en esos pequeños momentos de libertad, ocultaban sus rostros detrás de los maquillajes para poder criticar a los poderosos sin ser reconocidos y evitar así posteriores castigos.

Más aquí en el tiempo. De la misma manera que alguna vez fue prohibido y reprimido, también por las iglesias, todo lo que tuviera que ver con la alegría, el goce y el placer de los cuerpos o el desafío y cuestionamiento al orden establecido, el carnaval – con sus días feriados, corsos y celebraciones – muchas veces estuvo prohibido en Argentina a lo largo de los siglos XIX y XX, e incluso ya bien entrados principios del XXI. La última ocasión fue entre junio de 1976 y marzo de 2011 por un decreto de Jorge Rafael Videla en plena dictadura cívico-militar. Quizás hoy puede sonar muy extraña esa prohibición… hasta ridícula.

En ese sentido quizás sea interesante saber que la iglesia católico-romana – que con no poca astucia sabe de la fuerza del paganismo, del arraigo de la cultura del pago en nuestro pueblo – no pudo desterrar sino que más bien conservó el carnaval, pero acotándolo en tiempo y espacio. Entonces, ¿Cómo valorar y hacer una lectura desde la tradición protestante? Una preciosa orientación se puede encontrar en Eclesiastés 3, 11-13 y 5, 18

“En su momento, Dios todo lo hizo hermoso, y puso en el corazón de los mortales la noción de la eternidad, aunque éstos no llegan a comprender en su totalidad lo hecho por Dios. Yo sé bien que para los mortales no hay nada mejor que gozar de la vida y de todo lo bueno que ésta ofrece, y sé también que es un don de Dios el que todo hombre coma y beba y disfrute de lo bueno de todos sus afanes… pero algo bueno he visto. Y es que no hay nada mejor que comer y beber y gozar, cada día de nuestra vida, del fruto del trabajo con que nos agobiamos bajo el sol. Ésa es la herencia que de Dios hemos recibido”.

Miguel Ponsati para IERPcomunica

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