Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el miedo, pues el miedo supone castigo.
1 Juan 4,18
El miedo forma parte de nuestra existencia. Todos en algún momento de nuestra vida hemos sentido temor. No es algo totalmente malo porque es señal de protección.
Si no tuviéramos miedo, no nos cuidaríamos. Dejaríamos puertas abiertas, cruzaríamos la ruta sin mirar, nos lanzaríamos al agua sin saber nadar, etc.
Pero el texto nos habla de otro miedo. El miedo a Dios. Es que tantas veces nos han mostrado a un Dios que castiga, que somete a duras pruebas, que se ensaña con nosotros sin piedad. Entonces cuesta amar.
Si amamos a Dios no hay por qué temer. Eso no significa andar por la vida libremente haciendo lo que nos plazca. Viviendo de manera libertina, desprolija y descontrolada.
Porque lo cierto es que Dios también es exigente. Y espera de nosotros, sus hijos e hijas una vida ética, de conducta, de moral acorde a sus enseñanzas.
Dios exige fidelidad, obediencia, coherencia y compromiso.
El temor surge cuando tomamos conciencia de que no estamos obrando bien, que estamos errando el camino, que nos estamos alejando de la vida espiritual…
Pero si amamos a Dios así como él nos ama, no necesitamos tener miedo. Amén.
No tengas miedo si el camino es duro, hay quien te guarda siempre con amor; Él te defiende cual seguro escudo y te acompaña siempre en el dolor. (Canto y Fe Nº 204)
Stella Maris Frizs
1 Juan 4,17-21