Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
Cuando Jesús lo vio acostado y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: “¿Quieres ser sano?”
El enfermo le respondió: “Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; mientras yo voy, otro desciende antes que yo.”
Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda.”
Al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su camilla y anduvo.
Juan 5,5-9a
Por lo general pensamos que sabemos lo que el otro necesita, que sabemos lo que el otro piensa, que sabemos lo que el otro siente. El centro de atención sigo siendo yo, aunque me esté refiriendo a otro.
Jesús, como Hijo de Dios, podía atribuirse el saber qué necesitaba, qué pensaba, que sentía el otro. Sin embargo se corre del centro de atención y le da ese lugar a este hombre que hacía 38 años que se encontraba paralítico. Deja que el paralítico diga lo que quiere; deja que el paralítico exprese sus sentires y razones; deja que el paralítico sea dueño de su propia historia de vida nueva.
Jesús nos invita a salir del YO e ir al encuentro del TÚ, para juntos dar lugar a un NOSOTROS.
Queremos ser, Señor, servidores de verdad, testigos de tu amor, instrumentos de tu paz. (Canto y Fe Nº 300)
Mónica Hillmann
Juan 5,1-18