¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, generación de malvados, ¡Hijos corrompidos! Han abandonado al Señor, han despreciado al Santo de Israel, se han apartado de El… Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado algunos sobrevivientes, seríamos como Sodoma, y semejantes a Gomorra.
Isaías 1,1-9
¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO COMO PUEBLO, ESTIMADO ISAÍAS?
Vos decís que el buey conoce a su dueño y el burro a su amo mien- tras nosotros andamos perdidos sin rumbo.
La corrupción, la maldad y la soberbia forman parte de nuestro ADN. Estamos podridos desde la cabeza hasta los pies y todo lo que tocamos se descompone.
Tenés la impresión que ya no sabemos de dónde venimos ni para qué vivimos.
La verdad que tenés una opinión absolutamente negativa de cada uno y todos nosotros como el pueblo elegido de Dios. Hasta nos ha- cés responsable de la destrucción de nuestras ciudades por guerre- ros extranjeros y por la ruina de nuestros campos.
Realmente nunca alguien nos pegó tan fuerte como vos. No nos dejaste siquiera una llamita de esperanza.
Y no, porque ya no vemos más allá de nuestro ombligo.
Yo, Juan Pedro, que te estoy preguntando y pidiendo explicaciones 2600 años más tarde creo que no todo está perdido. En medio de tu indignación, querido Isaías, hay una llama de esperanza. No sé si se te escapó o si lo dijiste para no contradecir al Dios Creador que después del diluvio prometió no destruir nunca más a la humanidad con un diluvio. No lo sé, pero sí sé que dijiste: Si dios no hubiera de- jado algunos sobrevivientes seríamos como Sodoma y Gomorra.
Los invito seguir conversando mañana con Isaías a partir de esta pequeña luz o puerta abierta que nos dejó.
Juan Pedro Schaad