Sí, el Señor tendrá misericordia de Jacob. De nuevo tendrá a Israel como su elegido, y hará que los israelitas vuelvan a establecerse en su tierra.

Isaías 14,1

“¿Dónde te gusta más: en Argentina o en Alemania?” Decenas de veces habré escuchado esa pregunta. Y durante mucho tiempo me incomodó tener que contestarla. Porque toca un nervio absolutamente sensible de quienes migramos de un lugar a otro. Porque es como obligar a comparar realidades que no son comparables. Y porque insta a optar por un lugar en desmedro del otro. Con el tiempo fui aprendiendo que ningún lugar es a priori mejor que el otro. Y que, en verdad, no es posible priorizar incondicionalmente un lugar por sobre el otro. Simplemente porque nunca nada es sólo color de rosa. En el fondo, la decisión de la tierra en la cual vivimos no es cuestión de gusto sino de determinación. Así lo vivió, disfrutó y sufrió el pueblo de Israel. Y así lo vivimos, disfrutamos y sufrimos hoy, más aún quienes fueron despojados de las tierras en las cuales aprendieron a vivir y que, según su criterio, les corresponden. La migración es todo un tema. Ni hablar de la migración forzada. Dejar atrás lo que era de uno para encarar la vida en una realidad nueva y desconocida es un desafío muchas veces traumático que no todos
logran sobrellevar de manera fructífera y beneficiosa.
Pero volver a establecerse en “su” tierra es más que disponer de un terreno. Es poder contar con las condiciones necesarias para vivir de una manera digna y acorde a la propia identidad. Es tener la certeza de que con libertad y en plenitud podremos forjar los caminos de nuestras vidas, sea donde estemos.
Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Juan 10,10)

Annedore Venhaus

Isaías 14,1-23

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