En ese día los sordos podrán oír cuando alguien les lea, y los ciegos podrán ver, libres de oscuridad y de tinieblas. Los humildes volverán a alegrarse en el Señor, los más pobres se gozarán en el Dios Santo de Israel.
Isaías 29,18-19
El profeta Isaías acusa al pueblo de haber reducido la revelación divina a una religión popular, basada en mandamientos de hombres y en fórmulas de liturgia repetidas de memoria. La religión se convirtió en rutinaria, en vez de algo real, en puro rito externo. El mismo Jesús, cuando habló a los escribas y los fariseos de su época, hizo referencia a esa forma de religión hipócrita.
Leemos en Isaías que el Señor dice “… este pueblo… me honra sólo con sus labios, pero su corazón está lejos de mí”, palabras que luego Cristo haría suyas también. Debemos estar atentos a esta advertencia, ya que todos somos capaces de ser hipócritas, de padecer de “ceguera espiritual”.
Pero el profeta anuncia al pueblo que la ceguera y la sordera no serán permanentes, sino que Dios intervendrá nuevamente en la historia en favor de su pueblo. (v. 16): “dentro de poco tiempo…”, Isaías anuncia el cumplimiento inminente de las promesas del Señor, de un nuevo gobierno soberano de Dios, un tiempo en que todo va a ser distinto. Los sordos oirán, los ciegos verán, no habrá más violencia ni oscuridad, habrán sido exterminados los tiranos y los que hacen el mal, los mur- muradores aprenderán la lección. La profecía será hecha historia.
El mundo que describe Isaías será muy diferente al mundo en que vivimos hoy. Es el mundo bajo el gobierno de Cristo, el Mesías anunciado. Este Reino de Dios se caracterizará por el gozo, el entendimiento, la paz, la justicia y alabanzas a Dios. La promesa ha sido cumplida, el Evangelio nos ha sido dado. Cristianos, pues, manos a la obra. Amén.
Señor que nuestra vida sea / arcilla blanda en tus manos // para que tú puedas formarla, / formarla a tu manera. // (Coplas de Yaraví en Canto y Fe Nº 295)
Isaías 29,17-24