Que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con ustedes.
1 Corintios 1,3

La carta de Pablo a la iglesia de Corinto es inspiradora. Está cargada de emociones, alegrías, tristezas, decepciones, esperanzas, testimonio, fe, evangelio. ¡Qué comunidad esa! ¡Cuántos desafíos! ¿Cómo tratar con tantos grupos con tantos intereses diferentes? ¿Cómo resolver tantos conflictos? ¿Cómo orientar a esta iglesia, ser escuchado, con tanta gente “dueña de la verdad”, otros “tan santos” que ya no necesitan oír más a nadie?
Puedo imaginarme a Pablo. A alguien diciéndole: “¡Calma, Pablo! ¡Respira hondo y escribe!” ¿Cómo ganar a estos hermanos y hermanas para la causa del Reino de Dios? ¿para la causa del evangelio?
Las primeras palabras de esta carta son una invitación para un buen diálogo, serio, cara a cara, una invitación a abrazar la causa del evangelio. Pablo escribe como alguien llamado por la voluntad de Dios, no habla en un carácter particular. Pablo quiere que el evangelio sea escuchado. Sus palabras se dirigen a toda la iglesia. Después de todo, todos son adultos, responsables de lo que allí está sucediendo. Esta comunidad tiene una responsabilidad colectiva.
¿Cuál es la esencia del evangelio anunciado por Pablo? La “paz” de Dios. La “gracia” de Dios. Dios quiere la reconciliación del mundo consigo mismo (2 Corintios 5,18ss), quiere restituir la paz (Romanos 5,1). Gracia y paz son los dones de Dios para nosotros. Dios los concede a su iglesia.
Querido Dios: Anhelamos la paz, la reconciliación en nuestras familias, comunidades, sociedad, en nuestro mundo. Negamos la autoridad de tu evangelio. El resultado es que nuestras vidas y nuestro futuro están constantemente amenazados. ¡Transfórmanos en instrumentos de tu paz! Amén.

Nestor Paulo Friedrich
1 Corintios 1,1-3

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