El pueblo que andaba en la oscuridad vio una gran luz; una luz ha brillado para los que vivían en tinieblas.
Isaías 9,2

Que poderoso es este versículo, ¿verdad? Lo leo, lo releo y me da muchísima esperanza ¡Y qué lindo es tener esperanza! Me devuelve las ganas de sonreír en momentos de tristeza. Me acompaña, me sostiene: en la oscuridad y la angustia que vivimos por una pandemia mundial. En el agobio que me genera la situación económica y social de mi país – y el de tantos. En la desigualdad entre hombres y mujeres, los derechos vulnerados de nuestras infancias y las atrocidades cometidas contra los pueblos en guerra. En el descuido de nuestra creación. En la enfermedad de mi prójimo y en el hambre de tantos. Porque… no siempre habrá oscuridad.
Así como en tiempos del profeta Isaías, también hoy hay sed y oscuridad, pero sed espiritual. Saciemos esta sed y oscuridad con la luz que llegó al mundo por medio de Jesucristo. Aquél Jesús que trae luz al alma perdida que por fe lo recibe como su Salvador. Jesús, luz del mundo que nos envuelve con su amor. Confiemos en Él.
Señor Jesús, gracias por traer luz a este mundo perdido en la oscuridad, ayúdanos a llevar el mensaje para iluminar a las almas que habitan en él.
En nuestra oscuridad, enciende la llama de tu amor, Señor, de tu amor, Señor. (Canto Taizé “En nuestra oscuridad”)

Clara Meierhold
Isaías 9,2

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