Que se pongan de acuerdo y que no haya divisiones entre ustedes.
1 Corintios 1,10 -11
El apóstol Pablo inicia su carta a los corintios, agradeciendo que Dios está en medio de sus habitantes que han sido bendecidos con diferentes dones, y recordándoles que Dios siempre cumple sus promesas. Todo eso en nueve versículos; luego, dedica varias palabras para hablar de las divisiones en la iglesia. Porque parece que entre las personas se decía que pertenecer a un determinado grupo les daba más estatus que ser integrante de otro. ¡Cuánta vigencia tiene esta carta!
Parece que nos habla a nosotros, que a veces nos creemos superiores o que estamos por encima de los demás por pertenecer a un determinado club o tener ciertos bienes materiales o vivir en determinado barrio o tener reconocidas cualidades físicas.
Hay que reconocer que no es fácil, que vivimos en una época muy competitiva e individualista; pero eso no debe ser motivo de excusa para intentar vivir en armonía. ¿Cómo hacemos? ¿Con qué herramientas contamos para tratar de que no haya divisiones? Primero y principal, contamos con la oración; debemos pedir cada día a Dios que nos ayude a ser mejores personas, tolerantes y empáticos, incluso con quienes no compartimos las mismas ideas. ¿Y en nuestra comunidad de fe? ¿Qué acciones podemos realizar para que no haya divisiones? Sin duda volver a leer el evangelio y recordar que el mandamiento más importante es el amor.
¡Ardan nuestros corazones adorando al Salvador, y en amor ferviente unidos busquen paz en el Señor! De su cuerpo somos miembros, de su luz reflejo fiel: entre hermanos es maestro, suyo somos, nuestro es él. (Canto y Fe Nº 323)
Susana Carolina Plem
1 Corintios 1,10-11