Recuerda cuando pasaste de Sitim a Guilgal, y reconoce las victorias del Señor.
Miqueas 6,5
“Aquí yaces, y haces bien. Tú descansas, yo también.”
Estas palabras formaron parte de un epitafio que una adinerada señora, en alguna ocasión, mandó colocar en el sepulcro de su difunto marido. La señora quería recordar así, lo difícil que había sido vivir tantos años al lado del que ahora había fallecido.
Pocas veces nos ponemos a pensar en la percepción que la gente tiene de nosotros, y la manera en la que desarrollamos nuestras relaciones interpersonales.
La memoria y los recuerdos nos siguen en todo momento. Habrá situaciones que definitivamente nos conviene olvidar, pero hay otras que no podemos, quizás porque todavía nos significan algo o porque aún no se han resuelto del todo.
El Señor, a través del profeta Miqueas, desea que la gente en Israel recuerde y no olvide su caminar con Dios. Dios ha estado con ellos en muchos momentos: momentos de gloria y momentos de derrota; de alegría y de tristeza. El Señor ha caminado con el pueblo tanto en lo individual como en lo colectivo.
La memoria colectiva llega a ser un arma muy poderosa que puede esgrimirse para bien o para mal según se escoja. Y en el caso del pasaje de Miqueas, tanto Dios como el profeta desean que el pueblo tenga memoria y recuerde siempre su caminar cotidiano con Dios, pero también, el actuar de Dios para con la gente. El Señor les ha salvado: es decir, ha estado con ellos siempre.
¿Qué memorias guardamos de nuestro caminar con Dios, de nuestra relación con él, en lo individual, en lo familiar, en lo eclesial?
Miqueas 6,1–5
Roberto Federico Trejo Haager