El hombre de bien presta con generosidad y maneja con honradez sus negocios; por eso jamás llegará a caer.
Salmo 112,5-6a

“Claro”, decían todos, “Federico es generoso porque en su casa eran así. Sus papás jamás mezquinaban nada. Siempre compartían lo que tenían para que nadie necesite pasar necesidad.” Es el concepto de que los hijos repetimos la historia de nuestros padres.
Convengamos que no siempre es así. A veces nos rebelamos contra aquello que vivimos de niños y apenas tenemos la oportunidad de salirnos de los esquemas heredados buscamos nuevos horizontes. No es fácil re-orientarnos en la vida. A veces es para bien. A veces para mal. Y lo que sin lugar a duda necesitamos, son criterios claros para definir cuál es el camino a seguir.
Ahora: si somos hijos e hijas de Dios, se supone que aquello que nuestro Padre nos ha colocado en la cuna de la vida marcará el rumbo que tomaremos. Nuestro Padre es compasivo, tierno y justo. Como sus hijos e hijas tendríamos que haber aprendido que esa es la manera de manejarnos en la vida. Él nos lo ha enseñado así. Como integrantes de su gran familia hemos “mamado” que la compasión, la ternura y la justicia son parámetros clave para una vida digna y honrada. Por supuesto que podemos rebelarnos y buscar otros horizontes. ¿Pero no estaríamos traicionando la maravillosa herencia que de nuestro Padre celestial hemos recibido?
Quiera Dios ayudarnos a ser hijos e hijas de su familia, replicando en nuestra conducta cotidiana todo aquello que Él nos ha enseñado.
Ustedes los pueden reconocer por sus acciones, pues no se cosechan uvas de los espinos ni higos de los cardos. (Mateo 7,16)

Annedore Venhaus
Salmo 112,6-9

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