Pues bien, Dios ha resucitado a ese mismo Jesús, y de ellos todos nosotros somos testigos.
Hechos 2,32

La resurrección de Jesús siempre fue puesta en tela de juicio. Hasta el día de hoy muchos sostienen que su cuerpo fue robado. ¡Claro que es difícil aceptar la resurrección! También nosotros quedaríamos desconcertados como Marta y María cuando su hermano Lázaro salió del sepulcro envuelto en lienzos! ¡¡¡Y ya hacía cuatro días que había muerto!!!
Sin embargo, el Jesús resucitado, el que estuvo cuarenta días entre los suyos antes de la ascensión, fue visto y oído por centenares.
En I Corintios 15, el apóstol Pablo dice respecto de Jesús: “…lo sepultaron y resucitó al tercer día y se apareció a Cefas y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez … después se apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles. Por último, se me apareció también a mí…”.
¡Qué privilegio y qué bendición ser testigo de un hecho tan maravilloso!
Porque gracias al testimonio de aquellos que abrazados por el Espíritu Santo no hicieron silencio (como Pedro), podemos tener la certeza del Jesús vivo. Gracias al testimonio de aquellos que tuvieron la lucidez de poner por escrito los hechos y enseñanzas de Jesús, podemos saber de su vida y de su obra.
Queridos lectores: Dios quiere usarnos también a nosotros como mensajeros de buenas noticias.
Que podamos testificar siempre del accionar de Dios en nuestra vida, su cuidado, su protección, su paz.
Que sin temor podamos cantar con alegría su mensaje de amor. Amén
“Por ti, mi Dios, cantando voy, la alegría de ser tu testigo, Señor” (Nº 275 Canto y Fe)

Stella Maris Frizs
Hechos 2,25-32

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