Dentro de poco, los que son del mundo ya no me verán; pero ustedes me verán, y vivirán porque yo vivo.
Juan 14,18
Toda despedida tiene un componente de tristeza. Implica dejar algo, alejarse, tomar distancia. Jesús nos prepara, como a sus discípulos, para su despedida. No niega el dolor, pero le agrega la esperanza.
“Los que son del mundo, ya no me verán…” ¿Quiénes son del mundo? Del mundo somos nosotros cuando no reconocemos los derechos de quienes sufren injusticia, de quienes no tienen un salario digno, de quienes no acceden a lo necesario para vivir dignamente. Del mundo somos nosotras cuando no tenemos la empatía para acompañar a quienes sufren violencia, a quienes se abusa y somete para obtener beneficios personales.
Para no ser del mundo se requiere una enorme capacidad de amor. Tanto, que dé vuelta todas las cosas. No ese amor romántico que nos deja tranquilos y adormece la conciencia. Se trata de un amor comprometido que nos pone en camino, que motiva nuestros dones y los moviliza para el bienestar de la comunidad. A veces no es mucho más que hacer una visita a alguien que se encuentra triste en soledad, o no hacerle caso a un chisme alimentado por la envidia y el desamor.
Jesús nos invita a no ser de este mundo que busca avaramente el éxito y la fama. Si somos así lo perderemos, nos advierte con ternura. En cambio, si vivimos en él, él estará siempre con nosotros y en esa promesa se contenta mi corazón.
“… soy siembra en el dolor,
cosecha en el amor,
morir es ley de existencia.
Yo quiero en mi zamba cantar,
gritar mi ciencia:
vivir es tan sólo amar.” (Buscando voy por el mundo, Canto y Fe 292)
Juan 14,15-21
Margit Bertinat Fischer
Docente de enseñanza primaria
Iglesia Evangélica Valdense
Colonia Valdense – Uruguay