3° domingo después de Pentecostés, 11° en el año
Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos y expulsen a los demonios. Ustedes recibieron gratis este poder, no cobren tampoco por emplearlo.
Mateo 10,8
Jesús recorría los pueblos y aldeas enseñando, anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Él da tareas a sus discípulos de ir a enseñar específicamente a las ovejas perdidas. Además de anunciar y enseñar, deben sanar y limpiar de enfermedades a los necesitados, sin cobrar, como él. No debían negociar para sanar, ni hacer dinero. Les ordena que sean fieles y que no supriman ese poder que se alojaba en ellos para el beneficio común de todos; para que puedan ser una especie de canales para transmitir la gracia de Dios.
Por esos milagros, Cristo muestra por qué fue enviado por el Padre y cuál fue el diseño de su Evangelio-Noticia. Esto tiene la intención de informarnos que vino a otorgarnos todas las bendiciones para rescatarnos del mal y la muerte, para sanar nuestras enfermedades y aliviarnos de nuestras miserias.
Sabemos qué poco dispuesto está el ser humano a comunicar a los demás lo que considera que pertenece a sí mismo. No se podría haber hecho una recomendación más alta a una comunicación de dones espirituales que la advertencia que Cristo les da, de que ninguna persona supera a otra a través de su propia industria, sino a través de la bondad inmerecida de Dios.
Cristo muestra que ningún ser humano será ministro sincero de su palabra o dispensador de su gracia, hasta que esté preparado para otorgar su trabajo gratuitamente.
Enviado soy de Dios, mi mano lista está, a construir con él un mundo fraternal. …ayúdame, Señor, a hacer tu voluntad. (Canto y Fe N° 150)
Mateo 9,35-10,8
Mónica B. Rockembach