Pero tú, Señor, estás conmigo como un guerrero invencible.
Jeremías 20,11

“Por ti, mi Dios, cantando voy a tener la alegría de ser tu testigo, Señor.”
Nos gusta la “Canción del testigo”, porque describe nuestra experiencia del amor, la misericordia y la gracia del Padre celestial.
Jeremías, en el capítulo 20, grita sus plegarias insultando a Dios “A todas horas soy motivo de burla; todos se ríen de mí. Siempre que hablo es para anunciar violencia y destrucción; continuamente me insultan y me hacen burla porque anuncio tu palabra”. (vv. 7 y 8)
Para Jeremías Dios mismo es el responsable y le acusa de ser forzado, engañado, vencido para proclamar este mensaje. No puede callarse y vivir una vida tranquila. Si quiere callarse, “entonces tu palabra en mi interior se convierte en un fuego que devora, que me cala hasta los huesos.” (v. 9)
El testigo da testimonio de la experiencia con Dios.
El profeta da testimonio de un mensaje que recibió de Dios. Observa la vida del pueblo, de los sacerdotes y gobernantes y los critica duramente cuando no cumplen los mandamientos o ignoran a Dios. Además, demuestra en su mensaje a qué futuro llevará la vida del “pueblo de Dios”, si no confía en Dios. El pueblo que se aleja de Dios, no puede esperar bendiciones, sino será juzgado y destruido. Con tal mensaje profético, Jeremías se hace de muchos enemigos.
Elevando sus plegarias hacia el cielo y reflexionando sobre su situación recupera una fuerte esperanza. Más aún, renueva su fe: “Pero tú, Señor, estás conmigo como un guerrero invencible.”
Para “testigos” parece extrema la imagen de Dios como un “guerrero invencible”. Jeremías, rodeado de enemigos, necesita un fuerte protector. Lo encuentra en el Señor, que está con él como guerrero invencible.

Günter Kreher

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