La paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús.
Romanos 6,23
¿Dónde está puesta nuestra lealtad? ¿Bajo qué patrón estamos? ¿A quién servimos? El Apóstol Pablo habla refiriéndose a nuestro pasado antes de ser de Cristo. Vivíamos esclavos del pecado y esta condición se enseñoreaba de nuestra vida. Les confieso que prefiero hablar de lealtad. ¿En quién o dónde depositamos nuestra lealtad?
Si somos leales a la vida de hijas e hijos de Dios, es decir, fieles a la vocación que hemos asumido en el bautismo y ratificado en la confirmación, nuestra lealtad es Jesucristo, nuestro Señor.
La historia, una y otra vez, nos exige volver a tomar una decisión. La iglesia primitiva lo hizo frente al poder del imperio Romano. La iglesia de Lutero entre la disputa del dinero versus la gracia abundante de Dios. La iglesia Confesante lo hizo en tiempos del Nazismo y en cada tiempo lo hemos de volver a hacer. ¿A quién servimos? ¿Quién nos da la salvación? ¿Quién es nuestro Señor? Y por eso es apremiante las palabras del Apóstol: Solo recuerden que la paga del pecado es la muerte, mientras que el Señor a quien servimos paga con la corona que no se marchita.
Sergio López
Romanos 6,15-23