No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer.
Romanos 7,19

En nuestro texto del día de hoy (Romanos 7,15-21), Pablo se pone a sí mismo de ejemplo para enseñarnos sobre un tema difícil. Como judío, Pablo estaba convencido que cumplir la ley de Moisés era el principal requisito para llevar una vida justa y de acuerdo a la voluntad de Dios. Pablo se vio realizando acciones que sabía que estaban equivocadas, pero por una interpretación cerrada de la ley las realizaba igual, casi instintivamente. Para él, sin embargo, la culpa de esto no recaía sobre la ley sino sobre las personas mismas, porque las acciones son obra y responsabilidad de los seres humanos. Con esto, el apóstol nos quiere mostrar que estamos en una constante lucha interna entre aquello que sabemos que está bien y nuestras propias acciones, que no son buenas. Sabemos que ayudar a otras personas es algo bueno, pero muchas veces nuestro propio individualismo evita que lo hagamos, preferimos hacer cosas que satisfagan nuestro ego en vez de renunciar a ellas para poder extender nuestras manos a quienes lo necesitan.
Pablo parece casi resignado a que esta será su (y nuestra) realidad, que a pesar de estar constantemente buscando hacer cosas buenas va a ser desafiado por sí mismo para realizar actos que él considera malos. Pero tanto para el apóstol como para nosotros/as aún hay mucho camino por recorrer sabiendo que con la ayuda de Dios podremos evitar realizar aquellos actos que no queremos.
“Quiera Dios guiarnos en nuestro camino y ayudarnos en esta lucha interna que evita que podamos realizar el bien y acercarnos más a nuestros prójimos”.

Guillermo Perrin

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