Sábado 15 de julio

Ustedes no viven según las intenciones de la carne, sino según el Espíritu.
Romanos 8,9
Escucho una canción que hace mucho no escuchaba. Me emociona. Siento la emoción en la piel. Se me humedecen los ojos. Siento un cosquilleo en el estómago. Me cambia la respiración. Me dan ganas de cantar y de bailar.
La música, el viento, el perfume, el agua, el fuego, inclusive. Todas imágenes del espíritu de Dios. Cada uno de estos elementos se interna en el cuerpo, en la tierra, en los montes, en la naturaleza toda, y la impregna con toda su esencia. Impregnar es una palabra que junto con preñez tienen en común su origen latino de la palabra praegnans, embarazo. El espíritu de Dios es pregnante, nos genera una nueva vida, un nuevo sentido, en nuestras vidas.
La vida en el espíritu es como cuando estamos todo el día con una melodía que se nos pega y no podemos parar de tararearla. Lo curioso de esta situación es que no sabemos muchas veces ni de dónde nos vino ni porqué ni cómo es bien la canción ni tampoco la escuchamos sino que se nos hizo presente la memoria de la melodía, momentos en que la cantamos, situaciones que vivimos con esa canción. Así, la vida en el espíritu, nos recuerda que la vida vale porque es un regalo y es de Dios.
No temeré la lucha si tú a mi lado estás, ni perderé el camino si tú guiando vas. (Canto y Fe N° 305)

Jorge Weishein
Romanos 8,9-11

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