Yo haré con ustedes una alianza eterna, cumpliendo así las promesas que por amor hice a David. Yo lo puse a él como testigo para las naciones, como jefe e instructor de los pueblos.
Isaías 55,3b-4

Las tareas que Dios le da a David son las de ser testigo, jefe e instructor de los pueblos. Dios lo pone en tres lugares diferentes, tres lugares que se complementan, pero, ¿podemos nosotros ocupar uno de esos lugares sin ocupar también el otro?
Podemos ser testigos de algo que pasa, sin tener que enseñar nada sobre lo que sucedió. Pero ¿cómo queda nuestra tarea de instrucción si no tenemos la experiencia? O ¿Cuál será nuestra capacidad de delegar si no logramos enseñar?
La alianza de Dios con su pueblo tiene estas tres características. Dios nos invita a llamar y enseñar sobre la fe que experimentamos y sobre el ser testigos de su Reino. Desde la autoridad del Dios creador, pasando por la alianza confirmada en la sangre de Cristo, nuestro Señor nos confiere parte de esa responsabilidad de anunciar y denunciar, como testigos presentes.
Siguiendo nuestra fe, con nuestra forma de celebrar, con nuestras palabras y acciones, con lo que vivimos todos los días ¿los pueblos corren detrás de nosotros o más bien se quieren escapar?
Queremos ser, Señor, servidores de verdad, testigos de tu amor, instrumentos de tu paz.
Ayúdanos a comprender que la misión de tus amados es compartir con los demás su fe en Jesús resucitado. (Canto y Fe N° 300)

Jhonatan Schubert

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