Miércoles 30 de agosto

Señor, tú que lo sabes todo, ¡acuérdate de mí y ven en mi ayuda! ¡Toma venganza de los que me persiguen! No seas con ellos tan paciente que me dejes morir a mí. Mira que por ti soporto insultos. Cuando me hablabas, yo devoraba tus palabras; ellas eran la dicha y la alegría de mi corazón, porque yo te pertenezco, Señor y Dios todopoderoso. Yo he evitado juntarme con los que sólo piensan en divertirse; desde que tú te apoderaste de mí he llevado una vida solitaria, pues me llenaste de tu ira. ¿Por qué mi dolor nunca termina? ¿Por qué mi herida es incurable, rebelde a toda curación? Te has vuelto para mí como el agua engañosa de un espejismo.
Jeremías 15,15-18

“¡Che kuerai!” es lo primero que se me vino a la mente, frase en guaraní traducido al español sería: “estoy harto/a”.

Nuestra paciencia humana llega a un límite, nuestras fuerzas también ya que somos seres con limitaciones. Es imposible a veces mantener la cordura en momentos de mucha incertidumbre, dolor y dificultades. El tiempo pareciera que no termina nunca en situaciones que escapan de nuestras manos donde lo único que nos nace es gritar “¡Che kuerai Ñandejara!” (¡Estoy hartísimo/a, Dios!) y que todo sea un mal sueño.

Aun así, en momentos de tanto dolor, Dios está con nosotros y nosotras, guiándonos y cuidándonos, dejando que quitemos toda la bronca de encima porque lo necesitamos y porque nos ama, en nuestras subidas y bajadas. No podremos con todo, pero para eso está Dios, para poder descansar en su paz mientras que se manifiesta en miles de maneras para animarnos a seguir viviendo con fe y esperanza.

Sofía Ltaif Müller, secretaria de la Congregación Evangélica Alemana de Asunción, profesora y estudiante de teología.

Tte. Quiñones 515, Asunción, Paraguay

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