Él es quien perdona todas mis maldades, quien sana todas mis enfermedades.
Salmo 103,1-7
En estos días en que escribo esta meditación, se está desarrollando una guerra en Ucrania. El mundo está conmovido y las muertes gritan al cielo. También nosotros clamamos porque las potencias y los poderosos involucrados se esfuercen en encontrar plataformas de diálogo y acuerdos que paren las matanzas. Tal vez tú, amiga o amigo lector te encuentres muy lejos de esa guerra. Tal vez tú tengas memoria de otras guerras del pasado, o tienes consciencia de las otras regiones del mundo en que actualmente están en guerra.
Por eso, ahora nos volvemos a nuestro Dios y oramos:“no olvidaré ninguno de sus beneficios”, Salmo 103:2. Nuestra memoria, entonces, comienza por recordar que somos personas beneficiadas con un don, con el regalo de la vida del Creador. Pero, como seres humanos nos alejamos del Dios de Amor, y damos lugar a las partes más oscuras en que nos levantamos en armas contra el otro, la otra, y le declaramos enemigas. Anteponemos los intereses de poder político, intereses económicos, e intereses de muchos otros tipos, al interés y el cuidado de la humanidad y el acuerdo racional.
Reconocemos que el Amor de Jesús, le condujo a la cruz a favor de toda la humanidad. Ese Jesús es quien perdona todas mis maldades, quien sana todas mis enfermedades. Damos gracias por nuestra vida, y oramos con las estrofas del cancionero (CA116):
Guerras y más guerras por la paz,
muchos morirán, perdón, Señor.
Muchas manos se levantarán
reclamando pan,
perdón, Señor.
Ayúdanos a entender
nuestra culpa, ¡oh Señor!
Nuestras alegrías son dolor
para muchos hoy,
perdón Señor.
Bruno Knoblauch