Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
Filipenses 1,21

En estos tiempos la expresión de Pablo puede ser difícil de entender. Especialmente por las experiencias traumáticas de muerte que invaden nuestra cotidianeidad, ya sea por hechos violentos o por las diferentes situaciones atravesadas en la pandemia, morir no se asocia fácilmente con «descansar en paz», con «alivio», o «ganancia» como afirma Pablo.
La cosmovisión predominante está más centrada en el presente, en los logros y los méritos que redundan en ganancias tangibles aquí y ahora… donde vivir es acumular y morir es pérdida; porque, como sucede desde la creación del universo, nos vamos sin nada en los bolsillos, apenas con una historia, que nos mantendrá vivos en medio de los que nos han querido bien. Y el después, como el antes, está en manos de Dios, en su misericordia.
La tensión «carne-espíritu», «mundo-Reino de Dios» es parte de la cosmovisión de Pablo y refleja una realidad pensada y vivida de forma binaria, dónde la vida corporal podía llegar a despreciarse en perspectiva del Reino de Dios, ya que allá estaremos en casa, con nuestro creador. Pero al mismo tiempo Pablo dice: «el vivir es Cristo», no hace falta esperar al Reino para experimentar la gracia de su presencia, o para dar testimonio de su accionar en nuestras vidas. Ya estamos en Él y somos en Él.
Entonces, ¿qué vamos a hacer con nuestra vida? ¿Cómo vamos a prepararnos para el momento de nuestra muerte? La tensión sigue ahí, quizás con otros rostros, otras palabras, pero sigue ahí… ¿vamos a acumular o a compartir? ¿Vamos a medir los éxitos o a atesorar aprendizajes?
Que en Cristo encontremos vida plena, para que cuando llegue el momento de nuestra partida, podamos transitarla con confianza. Amén.

Peter Rochón

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