No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los otros.
Filipenses 2,3-4
Me acuerdo que una vez mi Pastor le puso por título a su sermón: “El mundo del Revés”, haciendo alusión a la canción de María Elena Walsh (“El Reino del Revés”). Un mundo que, en general, no mira al otro con humildad, con empatía; sino a veces con desprecio, con rivalidad, con odio… en fin.
En este pasaje, el apóstol Pablo nos introduce al himno cristológico que vendrá posteriormente. Un himno que es un “espejo” para toda persona sin importar su credo. Todos los seres humanos somos hijos de Dios. Amar al prójimo es servirle, es ayudarlo y buscar su bien. Asimismo, es preocuparme e interesarme acerca de lo que le está pasando. ¡Hay tantas personas a las cuales podemos ayudar y compartir el mensaje del Evangelio! Podemos también ayudar con nuestro tiempo o con nuestro cariño. Amar al prójimo es ser amable, es hablar bien y tratarlo como a mí me gusta que me traten, con respeto y con amor.
Déjenme terminar con una frase que llevo siempre en mi vida: “Mirar a mi prójimo con los ojos de Jesús”. Oro para que también sea tu frase, querida hermana y querido hermano.
Así como tú, Señor, así como tú nos amas y nos amas, así queremos amar. (Canto y Fe N° 312).
Torres Emiliano