Dios todopoderoso, regresa, por favor.
Salmo 80,14-15
No hay nada más desesperante para el ser humano que experimentar la sensación de sentirse abandonado. Para el pueblo de Israel, todas las situaciones de desgracias eran producto del abandono de Dios. De alguna u otra forma existía una imagen de Dios que estaba relacionada a la victoria, un Dios que daba ventajas en las guerras, un Dios que los había escogido por encima de otros pueblos, pero también un Dios que los castigaba con el abandono y la derrota. Sin embargo, Jesús vino al mundo para mostrarnos otra imagen de Dios: un Dios que derrama su lluvia sobre buenos y malos, que ama a todo el mundo sin distinción de personas, un Dios que acepta caminar hacia la cruz por toda la humanidad. Creer en ese Dios implica abandonar la imagen del Dios de la victoria, de la prosperidad para adoptar la imagen del Dios crucificado. Un Dios en el que podemos confiar no solo cuando todo está bien en nuestra vida sino también cuando realmente la pasamos mal, cuando el sufrimiento y las penas del presente nos afligen por completo, porque Dios también es Dios de los derrotados, de los vencidos de la historia, de los condenados, de los que el mundo en sí quiere borrar. Por ello, como cristiano, pienso que Dios siempre estuvo ahí con cada uno de nosotros en los peores momentos de nuestra vida y lo estará siempre.
A modo de conclusión les comparto un versículo bíblico que un gran amigo me dedicó el día de mi ordenación al ministerio pastoral, versículo que me ha ayudado mucho a nivel personal: “Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mateo 28, 20b)
Amén.
Raúl Müller