En Horeb se hicieron un becerro de oro, y ante esa horrenda imagen se arrodillaron.
Salmo 106,19

No es ninguna novedad si afirmo que como personas de fe no todo es color de rosa en nuestra vida. Más que seguro que todos/as desearíamos eso, pero también sabemos ciertamente que no es así. En cierta medida es exactamente eso lo que esperaba y lo que le tocó vivir al Pueblo de Dios mucho tiempo atrás.
Al sentirse el pueblo elegido, tenían la expectativa de que todo les saldría bien y no pasarían por necesidad o dificultades. Pero la historia nos cuenta una realidad distinta. Fueron esclavos. Atravesaron por grandes necesidades. Peregrinaron durante 40 años por el desierto. Fueron tiempos difíciles.
Justamente en esos días, cargados de dudas sobre la presencia y la compañía de Dios, es que deciden hacer un becerro de oro (como tenían otros pueblos) para arrodillarse ante él y confiarles su destino.
Perdieron la confianza en Dios, dudaron de aquél que los había elegido y había realizado un pacto con ellos. Aun así, Dios renueva su pacto una vez más.
Y nosotros/as ¿dónde o en quién depositamos nuestra confianza? ¿Ante quién nos arrodillamos para confiarle nuestro destino?
Señor, a veces pierdo el ánimo y la fe. Tantas veces dudo de tu presencia y compañía y pretendo encontrar en otro lugar la fuerza y sabiduría para continuar. Renueva tu pacto de amor conmigo cada día. Guíame Señor, aun cuando no sepa cómo responder a tu cuidado, presencia y compañía. Amén.

Christian Stephan

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