Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni va por el camino de los pecadores, ni hace causa común con los que se burlan de Dios.
Salmo 1,1
Es una constante encontrar en distintos pasajes de la Biblia consejos para la convivencia sana y digna entre los seres humanos y entre éstos y toda la creación. Lo que aquí nos aconseja el salmista es algo que hasta en la “sabiduría popular” se repite con regularidad. Como parte de un ejercicio reflexivo es importante preguntarnos: ¿Quiénes son los malvados? ¿Quiénes son los pecadores? En principio podríamos coincidir en que toda acción u omisión que atente contra la dignidad de otra persona sería algo malvado, negativo. Algo tan sencillo como eso. Si comprendiéramos que alejarnos -o no hacer caso al consejo- de quienes atentan contra otros es algo positivo y lo pondríamos en acción, sin dudas las cosas en el mundo serían diferentes. ¿Por qué nos cuesta tanto? ¿Tendrá que ver con nuestra condición humana? Tiendo a pensar que no se trata de una cuestión determinista del entorno en el que nos socializamos, pero sí condicionante. En ese sentido, el salmista, con buen tino, anuncia: “Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni va por el camino de los pecadores, ni hace causa común con los que se burlan de Dios”. ¿Significa, entonces, que nuestra felicidad se alcanza sólo en esto? Seguramente no, pero sería de gran ayuda. Es un buen comienzo, sin dudas.
David Cela Heffel