Dios mío, ven pronto a liberarme. Señor, ven pronto en mi ayuda.
Salmo 70,1

Este Salmo llamado el Salmo de pedido de ayuda o auxilio, como tantos otros salmos, nos muestra que el salmista clama por ayuda a su Dios. Y hasta se podría ver una cierta impaciencia, porque esta ayuda no llega tan pronto o tan rápido como lo espera. Lo vemos en el contexto. El salmo es corto. Tiene apenas 6 versículos. Pide ayuda y socorro por un lado, ¡Ven pronto a socorrerme!, suena a imperativo, como dando una orden a Dios. Y yendo más lejos, podría decirse que incluso suena un poco desesperanzado, porque esa ayuda, por la que clama, no llega. Y por otro lado, pide que sus enemigos sean avergonzados y puestos en ridículo.
Pero, como siempre, su Dios se toma su tiempo en socorrer, en ayudar a sus hijos que le invocan pidiendo auxilio. Pero su ayuda, su socorro, siempre llega, pero a su tiempo. Hay un dicho que solemos leer: los tiempos de Dios son perfectos. Y a veces dudamos, nos desesperamos y exigimos a Dios que actúe inmediatamente en nuestra defensa.
Jesús, ante la pregunta de sus discípulos, a cómo debemos orar, les dio la oración del Padre Nuestro, y en una parte dice: “no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal”. El salmista no conocía aún el Padrenuestro. Y clamaba a su Dios como lo había hecho siempre, pidiendo la liberación del mal.
Sea en tiempos del salmista, como en los nuestros, Dios siempre responde, siempre actúa, aunque a veces pensemos que su socorro es a destiempo.
Que esta certeza nos acompañe también en este día, sea cual fuera la situación que nos toque vivir. Dios siempre está presente, actuando, ayudando, socorriendo, liberando a aquellos que le invocan y claman a él de todo corazón.

Luisa Krug

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