… nuestra boca y nuestros labios se llenaron de risas y gritos de alegría.
Sal 126,2
La experiencia en el destierro fue un acontecimiento demasiado crudo para el pueblo de Israel. Tanto que configuró su identidad y su historia como nación, y también su relación con Dios: el amor, perdón y promesas divinas, muchas veces aparecen a la luz de este hecho.
El trauma de Israel desencadenó un sentimiento de pérdida difícil de describir: el mundo se les vino encima, sus expectativas se difuminaron, las promesas divinas parecían no ser tales. “¿Dónde está tu Dios?” –les decían los pueblos circundantes, quizás burlándose. El porvenir no brindaba esperanza, la incertidumbre gobernaba sus ánimos.
Sin embargo, el Señor, en su misericordia, cambió la suerte de su pueblo; de tal manera, que la nueva realidad parecía un sueño: y sus bocas se llenaron de risas y de alegría.
¿Qué experiencias han marcado tu ser? ¿Hay algo que define tu historia personal, tu carácter, tus relaciones? ¿Un antes y un después en tu vida?
La relación de Dios con su pueblo no es una simple historia pasada. Es un acontecimiento presente y vivo que siempre deja huellas, que marca un antes y un después. Así como con Israel, Dios hoy quiere cambiar mi suerte, y llevarme desde la incertidumbre hacia una nueva realidad, hacia el porvenir pleno, en Él y a su manera. El Señor viene a mi corazón, para, desde allí, obrar transformaciones. Es un cambio que excede lo material, lo visible, lo palpable; y es más que palabras, pues, ante todo, refleja a una persona: Cristo Jesús.
Oh, Señor, ven a mi corazón, pues en él hay lugar para ti.
Robinson Reyes Arriagada