3° domingo de Cuaresma (Oculi)
Por eso, cuando resucitó, sus discípulos se acordaron de esto que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús.
Juan 2, 22
San Juan sitúa la narración de la purificación del templo después de su primer milagro en las «bodas de Caná», en contraste con los otros evangelios que la ubican después de la entrada de Jesús en Jerusalén. El enfoque central de este pasaje no es desafiar al templo como un lugar de intercambio que sustenta prácticas de sacrificio, sino señalar la corrupción de un sistema que beneficiaba a unos pocos, incluyendo a los maestros de la ley y sacerdotes. De ahí que un templo que no refleja la presencia de Dios resulta innecesario.
Al afirmar que destruirá el templo y lo reconstruirá en tres días, Jesús anuncia su resurrección y retorno al Padre. Así, resalta que Jerusalén será testigo de su ministerio incluyendo su encarnación, crucifixión, resurrección y ascensión.
El templo no es nada sin la presencia de Dios, un lugar donde dos o tres se reúnen en su nombre. Para los líderes de su tiempo, Jesús mismo se presenta como la presencia de Dios diciendo “destruyan este templo, en tres días volveré a levantarlo” (v. 19).
Dios está presente en medio de ti y de mí. Dios se ha revelado en Jesús y lo sigue haciendo en las personas extranjeras, desconocidas, o que nos cuesta reconocer. El templo es una oportunidad para vivir la gracia de Dios mediante la presencia de otros/as.
Oración: Encarnado Dios, tú sigues haciéndote presente especialmente en esos espacios donde menos esperamos. Quieres cambiar los sistemas que niegan tu presencia, ayúdanos a estar atentos/as para reconocerte y servirte. Amén.
Patricia Cuyatti Chávez
Juan 2, 13-22
Temas: templo, presencia de Dios