Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia; y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen.
Hebreos 5, 8-9
El camino del sufrimiento. En el vs. 8 dice que “Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió a obedecer”. Damos por hecho que, en los Evangelios, Jesús se sujeta a su Padre para mostrar el reino de Dios, que es lo que Jesús desea. Jesús es obediente, pero ¿qué tiene que ver el sufrimiento? Pareciera que el pasaje nos insinúa que Jesús tuvo que hacer cierta penitencia para aprender a obedecer, aunque no es así.
Jesús expone en su pasión la corrupción, la injusticia y la violencia que prevalecen en el mundo, y es a causa de estas realidades que encuentra su muerte. Por tanto, podemos afirmar que Jesús muere por nuestros pecados y nos brinda salvación. No es la voluntad de Dios que su hijo muera como si la muerte fuera un sacrificio satisfactorio para Dios o como si su ira se calmara con la sangre derramada.
Más bien, es la humanidad la que se ha alejado de Dios y lo ha olvidado.
El sufrimiento de Jesús nos ilustra la crueldad a la que puede llegar la voluntad humana, ya que a menudo vemos que se repiten situaciones de opresión en nuestro entorno, lo que nos lleva a criticar y invalidar las acciones de otras personas. Dentro del ámbito eclesial, se critica a los pastores varones por diversas razones, mientras que a las pastoras mujeres se les critica por otras. Los congregantes también son objeto de crítica, y la lista continúa. Acompañando a estas críticas, surgen burlas, descalificaciones y expresiones verbales de violencia. Nuestra labor no consiste en ensañarnos con los demás para que sufran, sino en evitar y erradicar estas prácticas, de manera que la obediencia de Jesús por nosotros y en nosotros se refleje de manera efectiva.
Roberto Trejo Haager
Hebreos 5,7-10
Tema: sufrimiento