Sé tú mi roca protectora, sé tú mí castillo de refugio y salvación.
Salmo 71,3
Desde los primeros días de nuestras vidas buscamos y necesitamos un refugio. El bebé en los brazos de su mamá. Un niño lastimado que grita de dolores recién, se calma cuando está en los brazos de papá o mamá. Un adolescente que crece y lucha para encontrar su camino necesita de un momento de reflexión para conversar consigo mismo. Cuando formamos una familia suele ser el espacio en donde podemos retirarnos del trabajo y de los problemas de todos los días. Y así sigue la vida: siempre buscamos un lugar en donde nos sentimos seguros y protegidos, o como dice el salmista “nuestro castillo”.
A lo largo de nuestras vidas nos damos cuenta de que todos estos refugios son importantes, pero como son construidos por nosotros mismos tienen sus limitaciones en tiempo y forma. En cualquier momento de nuestras vidas nos podemos dar cuenta y sentir en nuestro corazón que hay un castillo más fuerte que cualquier otro y que hay un refugio que está siempre a nuestra disposición. De esto nos habla el salmista: es Dios que está siempre con nosotros y que no tiene ni hora ni lugar para protegernos. Así como la fe puede mover montañas, así también Dios quiere ser nuestro castillo. Conocemos mujeres y hombres que con sus vidas mostraron una valentía inmensa, y de muchos de ellos sabemos que fue y es la fe la fuente de su fuerza y que, aún más, a través de ella se sintieron y sienten protegidos. Martín Lutero lo expresó muy clara y contundentemente en su himno “Castillo Fuerte”.
Castillo fuerte es nuestro Dios, defensa y buen escudo. (Canto y Fe Nº 262)
Detlef Venhaus
Salmo 71,1-14
Tema: Dios es mi protección