Viernes 29 de marzo

Jesús bebió el vino agrio, y dijo: “Todo está cumplido.” Luego inclinó la cabeza y murió.
Juan 19,30

Casi todos los años pasa lo mismo: en la clase de confirmación, en la Escuelita Dominical o en alguna reunión de jóvenes. Sucedió algo que nos descolocó. Algo que desde nuestra pequeña mente humana no podemos entender. Algo que según nuestro criterio no hace sentido. Algo que nos hace preguntar: “¿Por qué?”, “¿Por qué a nosotros?” y cuya respuesta, si no queremos desesperar, nos desafía a repensarnos.

Algunos muy rápidamente opinan que lo sucedido debe ser consecuencia de algo que se hizo y empiezan a repartir culpas. Otros dicen que es castigo de Dios. Otros no están de acuerdo con el concepto de castigo y afirman que sucedió “para enseñarnos algo”. Hay quienes piensan que fue casualidad. Y finalmente están aquellos que sostienen que siendo parte del mundo no estamos exentos a que no sucedan cosas, que contra aquello que está escrito en el gran libro de la vida no podemos hacer nada y que Dios nos quiere ayudar a sobreponernos. Y así podríamos seguir. ¿Qué respuesta darías tú?

Jesús asumió su calvario porque sabía que era su misión en este mundo, aquello que Dios le estaba pidiendo y que, una vez superado, traería paz y bendición a todos quienes en él creemos. Sintió angustia, y le pidió socorro a Dios. Pero se sometió a la voluntad del Padre para que de lo peor pueda surgir lo mejor. Nosotros no somos Jesús. Pero también nosotros podemos apostar a que “Dios puede y quiere hacer brotar de todo, también de lo peor, algo bueno” (Dietrich Bonhoeffer). Y podemos confiar que Jesús nos quiere ayudar en nuestras tribulaciones para que así sea.

Annedore Venhaus
Juan 18,1-19,42
Tema: Confianza

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