Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
1 Juan 5,6 (RV 95)
Leyendo este texto, me viene a la mente el teólogo y pastor Dietrich Bonhoeffer, quien en uno de sus libros titulado «El Seguimiento» o «El Precio de la Gracia», ahonda y desarrolla el significado de la gracia, así como su interpretación y aplicación práctica.
Siendo conciso, él plantea que en la iglesia a menudo experimentamos una «gracia barata», es decir, hablamos de Jesucristo y administramos los sacramentos sin comprender el verdadero significado de su muerte y sufrimiento en la cruz en nuestro nombre. Jesús pagó un precio, y es crucial entenderlo, no para adoptar la noción de que debemos sufrir, sino para comprender el propósito de la liberación que nos ha sido otorgada.
En ocasiones, en la vida, no logramos apreciar ni valorar lo que hemos recibido de manera gratuita y se nos ha brindado, al igual que no siempre comprendemos que eso no fue completamente gratuito, sino que conllevó el costo del esfuerzo y el amor de otros.
En el bautismo, un sacramento que es una señal del amor de Jesucristo, él viene a nuestro encuentro de manera gratuita, y este encuentro se representa simbólicamente a través del agua. Al recordar que formamos parte del pueblo de Dios sin haber realizado méritos, reconocemos que Dios nos brindó la salvación como un regalo, pero también es esencial recordar que esto tuvo un costo: la vida de Jesús. Comprender este aspecto puede ayudarnos a apreciar el valor de nuestra fe y comprender la profundidad de nuestro compromiso y seguimiento, y a reconocer la inmensidad del amor de Dios. De esta manera, el testimonio del Espíritu Santo puede obrar en nosotros de manera significativa.
Javier Gross