¡Bendeciré al Señor con toda mi alma! Aleluya.
Salmo 104: 35

Dios creó al mundo y lo bendijo (Génesis 1:22).
Bendijo el séptimo día de descanso (Salmos 33:12).
Jesús tomó el pan y lo bendijo (Mateo 26:26).
Y nosotros y nosotras, tomamos el pan y el vino y lo bendecimos en su nombre.
Bendecimos también la comida de cada día,
bendecimos el agua bautismal,
bendecimos una unión nupcial,
bendecimos a la comunidad unida en nombre de Dios,
bendecimos a las hermanas y hermanos de Fe,
a nuestros amigos y también a los enemigos.
Bien decimos en nombre de Dios, lo alabamos, le damos las gracias por todo lo que ha creado y celebramos la dicha.
Pero el mandamiento dice: “No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios” (Éxodo 20:7).
Procuremos que nuestras bendiciones sean fruto del amor y no del odio. Que nuestras palabras sean dirigidas con cariño y nuestros actos sean de cuidado. Allí donde hay amor está Dios.“Señor, que pueda ser instrumento de tu paz
Donde haya odio, que yo ponga el amor
Donde ofensas hay que yo brinde el perdón
Donde hay discordia, que procure la unión
Para eso, tu ayuda necesito Señor
Muéstrame la senda que nos marca tu amor” (Canción basada en la Oración de San Francisco de Asís).

Angie Stähli

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