Amanece en Aldea San Antonio, el silencio se irrumpe por algún canto de un pájaro, algún colono que aprovecha el día de sol para levantar la cosecha, agradecido, después de tanta lluvia. ¡Hay alegría! Es domingo, es Pentecostés, y la Congregación Evangélica de San Antonio celebra ser una iglesia Diacónica, Evangélica, Inclusiva y Profética.
Con una participación de alrededor de 150 personas, la jornada comenzó con un culto festivo en el templo a cargo de la pastora local Gladys Heffel. También, acompañó el Pastor Presidente de la IERP, Leonardo Schindler quien nos trajo el mensaje de Jesús a aquella primera comunidad reunida, en Jerusalén. Comunidad que estaba enredada por el miedo, tanto o mas que nosotros hoy, encerrados, temerosos. Sin embargo, el proyecto de Dios vence al mundo, y el mensaje de Jesús es claro, es acción: Vayan pues, salgan, con confianza que yo estoy. Salir a transformar y dar testimonio sostenidos en todo momento por el regalo del Espíritu.
A modo de símbolo del servicio, se confeccionó una manta, con rectángulos tejidos en cada una de las comunidades y proyectos de la CESA, reflejando la diversidad de colores, texturas, hilados, unidas por las manos que se entregan al llamado del hacer. Los niños compartieron su alegría por medio de canciones y galletitas que hicieron y decoraron ellos.
La mañana continuó con juegos, dinámicas por grupos, trabajando desde cuatro propuestas: Todos incluidos (Inclusiva); clasificados de la transformación del mundo (Profética); Tabú (Diacónica Palabra + acción); Composición fotográfica (Evangélica). Hubo espacio para unos riquísimos choripanes, que preparó la Comisión Local, quienes nos hicieron sentir en casa a todas las personas que participamos de la fiesta. Luego una mateada que dio continuidad a la charla abierta por temática.
El encuentro fue llegando a su fin con la celebración del devocional a cargo del pastor David Cirigliano. Fuimos invitados a quemar todo lo que nos preocupa, aqueja y cantando a viva voz y espíritu ardiente. Dejándonos atravesar por la oración en comunidad, esa que nos acerca, nos da confianza, nos hermana como hijas e hijos del Dios trino.
La gratitud es inmensa, por los lazos que se dieron entre participantes de diferentes edades, lugares, unidos en la alegría del encuentro.
Por el respeto de los dones y oportunidades.
Por el trabajo de todas las personas que hicieron posible que festejemos ser comunidad.
Por el sentir que las raíces se mantienen, se cuidan, se multiplican.
Por una fe renovada, un corazón y mente abierta a ser misioneros en acción del mandato de Jesús.
Por el sentir, vivir y compartir cada día un nuevo Pentecostés.
Texto Betina Wagner (laica de la comunidad de Gualeguaychú)