Con toda mi alma espero al Señor, y confío en su palabra.
Salmo 130,5
Cuando era niña, anhelaba recibir una señal de Dios. Pasaba horas sentada bajo un árbol, buscando su presencia; día tras día repetía esta rutina. Aunque no se manifestó en aquel momento, lo hizo muchos años después, tras haber atravesado una dolorosa pérdida.
Esperé como los centinelas que laboran durante toda la noche y anhelan ser relevados; de manera similar, las enfermeras del hospital también aguardan su turno de relevo, al igual que los guardias de seguridad y tantos otros trabajadores.
¡Esperar! ¿A quién esperar?
Esperar en Dios. Confiar en su Palabra. Apropiarnos de sus promesas. Buscar el perdón cada día y encontrar la paz que solo Dios nos puede conceder.
No construyamos barreras o muros que nos separen de Dios.
Derribemos esas barreras, que son nuestras transgresiones, y busquemos el perdón. Reconozcamos que somos pecadores y Dios nos perdonará, olvidando cada una de nuestras faltas.
Dios es un Dios de esperanza, perdón, bondad, protección y amor. Por ese amor inmenso, desea conectarse y dialogar con nosotros diariamente a través de la oración. La oración del justo tiene un gran poder; nos sintoniza con Dios y las bendiciones vienen a nuestras vidas. Ora en cada momento, con palabras y pensamientos.
En medio de tus aflicciones, reside la esperanza que Dios nos brinda. Confía a Dios todas las cargas que pesan en tu vida y descubrirás liberación, paz y consuelo en medio de tus preocupaciones. Este día puede ser grandioso si lo vives en compañía de Dios. ¡Anímate a intentarlo!
Amalia Elsasser