6º Domingo después de Pentecostés
Entre la multitud había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con derrames de sangre. Al momento, la muchacha, que tenía doce años, se levantó y echó a andar. La gente se quedó muy admirada.
Marcos 5,25.42

¡La percepción del tiempo es asombrosa! Cambia según las circunstancias.
Para alguien que está sufriendo, doce años pueden sentirse como una eternidad, pero al comienzo de una vida llena de ilusiones, son apenas un instante.
Dos historias de doce años: una de sufrimiento, dolor, angustia y discriminación; la otra, que recién comienza y parece estar llegando a su fin. Sin embargo, nuestros tiempos no son los tiempos de Jesús.
Nuestros planes tampoco son los planes del Señor.
En estas dos historias, las personas tenían un plan. Jairo pensaba que si Jesús ponía sus manos sobre la niña, sanaría. La mujer creía que si lograba tocar, aunque fuera solo la capa de Jesús, sanaría.
Pero como dice el dicho popular, «el hombre propone y Dios dispone», y en este caso, así fue. No sería tan fácil para ninguno de los dos, a pesar de la fe que demostraron, porque Jesús quiso que comprendieran que el verdadero poder reside en la relación con Él y no en un simple toque mágico.
Las manos de Jesús siempre están disponibles, y su poder emana de su ser divino. Sin embargo, hizo esperar a Jairo, fuera de sus planes, para manifestar su gloria incluso en la muerte. Buscó a la mujer, también fuera de su idea original, porque no quería que pasara desapercibido el hecho.
Jesús siempre entra en diálogo, como lo hizo en estas historias, y desea hacerlo con nosotros cada día, diciéndonos: “No tengas miedo; cree solamente”.
Marcos 5, 21-43

Gabriela Mulder

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