Ellos y sus antepasados se han levantado contra mí hasta este mismo día. También sus hijos son tercos y de cabeza dura.
Ezequiel 2,3-4
Imaginemos lo que fue para Ezequiel experimentar esta visión. Ciertamente, muchas cosas no las comprendió, pero sabía que todo tenía significado porque provenía de Dios. Cuando Dios vio la actitud sincera y obediente de Ezequiel, lo llenó de Su Espíritu y le dio poder para la obra que llevaría a cabo más adelante. Dios no espera que comprendamos todo acerca de Él, sino que seamos siervos obedientes y dispuestos, fieles a lo que sabemos que es verdadero y correcto.
En el mundo de los negocios, el éxito se logra al satisfacer las demandas del consumidor, proporcionándole lo que desea. Sin embargo, Ezequiel tenía la tarea de proclamar el mensaje de Dios al pueblo «escuchen o no», y debía cumplirla. El éxito de Ezequiel se mediría no por la respuesta del pueblo a sus mensajes, sino por su obediencia a Dios y cómo cumpliría el propósito por el cual Dios lo llamó. Isaías y Jeremías también profetizaron con muy poca respuesta positiva. La verdad de Dios no depende de la respuesta humana. Dios no nos juzgará según cómo otros reaccionen a nuestra fe, sino por nuestra fidelidad.
Dios afirmó que el pueblo era obstinado y de cabeza dura debido a que no estaban dispuestos a reconocer su pecado; se resistían a aceptar la verdad.
En ocasiones, también se nos llama a ser un ejemplo o a proclamar nuestra fe ante personas poco amigables. El Señor le dijo a Ezequiel que no tuviera miedo. Asimismo, nos exhorta a anunciar las buenas noticias, ya sean oportunas o inoportunas. La fortaleza de Dios es lo suficientemente poderosa como para ayudarnos a vivir para Él incluso sometidos a la crítica más severa.
Daniel Enrique Frankowski