El Señor afirma: “¡Ay de los pastores que dejan que mis ovejas se pierdan y dispersen”.
Jeremías 23,1
En toda sociedad surgen líderes, personas con la capacidad de guiar a un grupo y trabajar por el bienestar de todos. Estos líderes pueden emerger en el ámbito familiar, en una comunidad local o incluso a nivel nacional. Los dirigentes son fundamentales para mantener la cohesión y alcanzar el bienestar del grupo, siempre y cuando actúen con honestidad y rectitud.
Lamentablemente, en muchas ocasiones observamos que individuos que se erigen como líderes actúan en sentido contrario. En lugar de velar por el bien común y guiar a quienes están a su cargo, buscan enriquecerse o favorecer a ellos mismos o a su círculo cercano, perjudicando así a aquellos a los que deberían estar liderando.
Ya ocurría lo mismo en tiempos de Jeremías. Las amonestaciones y reprimendas del profeta eran dirigidas hacia el mal comportamiento del pueblo de Israel, pero se centraban especialmente en los dirigentes. En lugar de procurar acercar a la gente a Dios y guiarlos en la obediencia a sus mandamientos, los líderes se entregaban a la diversión y adoraban a otros dioses, olvidando su propia fe y alejándose de Dios. El sentir de Jeremías se refleja en el estribillo del Himno 277 del cancionero «Canto y Fe»:
“Tengo que gritar, tengo que arriesgar. ¡Ay de mí si no lo hago!
Tengo que hablar, tengo que luchar. ¡Ay de mí si no lo hago!
¿Cómo escapar de ti? ¿Cómo no hablar, si tu voz me quema dentro?”
Dios de amor, te pedimos que nos envíes profetas tan insistentes y valientes como Jeremías, que nos reprendan y nos guíen de nuevo hacia tu lado cada vez que perdemos el rumbo y nos alejamos de ti. Amén.
Beatriz M. Gunzelmann