Ahora comparten con el pueblo santo los mismos derechos, y son miembros de la familia de Dios. Ustedes son como un edificio levantado sobre los fundamentos que son los apóstoles y los profetas, y Jesucristo mismo es la piedra principal. En Cristo, todo el edificio va levantándose en todas y cada una de sus partes, hasta llegar a ser, en el Señor, un templo santo. En él también ustedes se unen todos entre sí para llegar a ser un templo en el cual Dios vive por medio de su Espíritu.
Efesios 2,19-22
Compartir, ser y edificar: desde Jesús, compartimos los mismos derechos y también obligaciones. Somos miembros de una gran familia espiritual y somos parte activa en la edificación espiritual de nuestras comunidades. La construcción de un edificio no ocurre de la noche a la mañana, lleva tiempo. Tampoco se hace solo con un material, se necesita más que arena o ladrillos.
Debe haber obreros y alguien que pueda liderar el avance de la obra.
Cada uno, cada una, es importante en esta tarea. Todos somos fundamentales en la labor de edificar una iglesia que represente un templo en el cual Dios habita por medio de su Espíritu. No es lo mismo quedarse fuera de la ronda que sumarse a ella.
Jesús es la piedra angular, pero no construye el edificio solo. O como afirma Colosenses 1:18: «Cristo es la cabeza de la iglesia, que es su cuerpo». Si somos la iglesia, somos el cuerpo de Cristo. Él nos necesita, espera nuestro sí, cuenta con lo que podamos hacer y dar. No existe mucho ni poco; todo es importante.
Vení, vamos juntos de la mano, que solos no podemos ir.
Patricia Roggensack