Entonces, el criado les sirvió, ellos comieron y les sobró, conforme a la palabra de Jehová.
2 Reyes 4,44

El profeta Eliseo, enfrentando las necesidades espirituales en una región afectada por la hambruna, la carestía y la adversidad, recibe la visita de un hombre de esa misma localidad, quien le ofrece panes y trigo. Sin embargo, Eliseo, siendo consciente de la escasez que se vive, y ante la sorpresa de su sirviente, toma la decisión de compartir lo que le han traído. Eliseo da la orden de “repartir” el pan entre el centenar de hombres presentes en ese momento. Con confianza y seguridad, proclama en voz alta las palabras que ha recibido de Dios: “Comerán y habrá más que suficiente”. Sorprendentemente, así sucede; el milagro se manifiesta.
Este acto de compartir y la confianza en la promesa divina nos recuerdan el milagro de Jesús al multiplicar los panes y los peces. A pesar de la incredulidad y la desconfianza inicial de sus discípulos, Jesús demuestra que a partir de una ofrenda aparentemente modesta puede surgir abundancia y plenitud.
Nuestro Dios siempre actúa, aunque sus tiempos y formas de manifestarse a menudo desafíen nuestras expectativas y rompan con los patrones establecidos. A veces, podemos sentir que lo que tenemos para “ofrecer” a Dios es limitado o que podríamos quedarnos “sin nada” si lo entregamos por completo. Sin embargo, es revitalizante reconocernos como hijos del “hacedores de la vida”, entender que nuestro Padre es un Amor que se multiplica sin límites. No hay necesidad ni dificultad que pueda detener su obra y acción en nuestras vidas.
Padre, te agradecemos por permitirnos redescubrir en Jesús el valor y el significado verdadero del “ofrecimiento”. Te pedimos que nos ayudes cada día a reconocer tu amor y a entregarnos a ti como canales multiplicadores. Amén.

Soraya Pereyra

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