Mejor nos hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto… pues nos han sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud.
Éxodo 2,3

Los descendientes de Jacob o Israel habían emigrado a Egipto en busca de una vida mejor debido a la escasez de alimentos y otras oportunidades. Con el tiempo, las circunstancias cambiaron gradualmente, y se convirtieron en esclavos de los egipcios. Entonces aparecieron Moisés, Aarón y Miriam, quienes guiaron a este pueblo en formación hacia la realización de las promesas de Dios. Buscaban la libertad, una tierra buena donde establecerse y vivir en paz.
El camino a recorrer era largo y presentaba algunas dificultades que debían superar, pero Dios siempre los acompañaría y cuidaría en su trayecto. En muchas ocasiones, el pueblo de Israel solo veía el lado negativo de las cosas, surgían las quejas y el deseo de regresar a lo familiar, a pesar de que no fuera necesariamente lo mejor.
Muchas veces queremos que las cosas cambien, pero también esperamos que todo ocurra casi mágicamente, de un momento a otro, sin que implique mucho esfuerzo por nuestra parte.
A menudo deseamos que las cosas cambien, pero nos hemos acostumbrado a la situación en la que nos encontramos. Sabemos cómo lidiar con ella si se pone difícil, pero seguimos estancados en el mismo lugar.
En ocasiones, Dios nos habla de algo diferente y, al mismo tiempo, alcanzable. Solo debemos confiar en Él, en nosotros mismos y en los demás, y avanzar con esperanza y alegría.
Dame tu mano, vamos a andar, juntos a caminar. Vamos con fe, tenemos un Dios capaz de liberar. (Canto y Fe N° 333). Amén

Mónica G. Hillmann

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