Señor, ¿quién puede residir en tu santuario?, ¿quién puede habitar en tu santo monte?
Salmo 15,1b

En la primera parte de este salmo, nos encontramos con una pregunta fundamental ¿Qué podemos o debemos hacer para conectarnos con Dios?
El salmista nos presenta una respuesta desafiante; la lista que nos ofrece hace que esta conexión con Dios parezca prácticamente imposible: “aquel que vive sin mancha y practica la justicia; quien habla la verdad de todo corazón; el que no murmura sobre nadie; el que no hace daño a su amigo ni causa ofensa a su vecino”.
¿Cómo podemos comprender un texto como este, cuando nuestras acciones u omisiones impactan la vida de muchas personas, incluso en ocasiones creyendo que estamos actuando de manera correcta, terminamos hiriendo a los demás?
En este caso, el contexto del salmo puede ayudarnos a comprenderlo mejor. Este texto forma parte de una liturgia de entrada al templo de Jerusalén y, por lo tanto, representa lo que se espera de aquellos que desean participar. No se trata simplemente de una lista de condiciones, sino más bien de un llamado a la reflexión en el marco de una celebración litúrgica.
Debemos responder a este llamado y considerar cómo nos comportamos y actuamos en relación con nosotros mismos y con los demás. Si deseamos mantener una comunión con Dios, estamos en la obligación de reflexionar sobre nuestras acciones y pensamientos, evaluando si están guiados, tal como menciona el salmista, por la justicia y la verdad.
Tú me guías por las sendas de justicia, me enseñas la verdad. (Canto y Fe N° 217)

Guillermo Perrin

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