Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal.
Santiago 3,3

Esto nos recuerda la importancia de ser cuidadosos con nuestras palabras y nuestra lengua. El texto completo compara la lengua con un pequeño timón capaz de dirigir un gran barco, y al igual que un pequeño fuego puede causar una gran devastación, nuestra lengua puede causar mucho daño si no la controlamos.
Es fácil subestimar el poder de nuestras palabras, especialmente en la era de las redes sociales donde podemos comunicarnos con millones de personas en cuestión de segundos. Sin embargo, debemos ser conscientes de que nuestras palabras pueden tener consecuencias graves y duraderas en la vida de los demás.
También debemos recordar que nuestras palabras no solo afectan a los demás, sino que también reflejan quiénes somos como personas. Como dice el texto, “la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas”. Nuestras palabras pueden revelar nuestra sabiduría, nuestra bondad, nuestra paciencia o nuestra ira y amargura.
Es importante, entonces, que cuidemos nuestra lengua y nuestras palabras. Debemos pensar antes de hablar, y asegurarnos de que nuestras palabras sean verdaderas, bondadosas y útiles. Como dice el texto, “Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo”.
Hoy se nos recuerda eficazmente la importancia de nuestras palabras y nuestra lengua. Debemos ser cuidadosos con lo que decimos y cómo lo decimos, y recordar que nuestras palabras no solo afectan a los demás, sino que también reflejan quiénes somos como personas.
Pedimos que nuestras palabras siempre reflejen la sabiduría, la bondad y el amor de Dios, y que seamos conscientes del poder que tenemos en nuestras manos. Amén.
Enzo Pellini

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