¿Qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?
Salmo 8,4
El relato de la creación en el capítulo 2 de Génesis dice que Dios creó al ser humano antes de crear la vegetación o la lluvia. Después de crear al ser humano, Dios plantó un huerto en Edén: “Y había Dios hecho nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer”.
¿Cómo no va a pensar Dios en el ser humano cuando al formarlo del barro de la tierra, lo hizo tan parecido a Él? De ninguna otra criatura Dios habla de la misma manera. La sensación de mirar la obra de sus manos y poder verse reflejado es lo que convierte al ser humano en el deleite de Dios, en su debilidad y en su alegría.
Y aún así, no entiendo por qué el ser humano sigue asombrándose de que Dios tenga un trato especial y diferenciado para con él. ¿Acaso no puede reconocer que solo en él Dios sopló el aliento de vida? Es difícil y necio para comprender cómo el amor de Dios se desborda de esta manera por una criatura que, desde antes de abrir sus ojos hasta su último aliento, lleva en sí una marca imborrable que lo hace hijo o hija de Dios simplemente por ser humano, a imagen de Dios.
¡Qué bien hace Dios en pensarnos todo el tiempo! No nos saca de su pensamiento ni por un instante, ya que pensar en aquellos a quienes ama es Su mayor alegría. ¡Qué bien hace Dios en cuidarnos como lo más preciado, porque somos lo más parecido a Él! Y no nos suelta de su mano.
Pero de nuestra parte es tiempo de pasar del asombro por el trato preferencial de Dios, al agradecimiento y reconocimiento que ser su imagen y semejanza nos fue regalado junto con el aliento de Vida.
¡Sé feliz, que eres imagen de Dios!
Sergio López