Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría. Vuélvete, oh Señor; ¿hasta cuándo? Y aplácate para con tus siervos. De mañana sácianos de tu misericordia, Y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.
Salmo 90,12-14
Sabiduría es poder contemplar nuestras vidas y apreciar la acción de Dios en ellas. Es por ello que podemos mirar el presente y el futuro con la firme confianza de que su Espíritu Santo continúa sosteniendo su creación días tras día.
La sabiduría también implica tener la certeza de que la gracia de Dios es abundante para todos y todas. Saber que Él es un Dios bondadoso y misericordioso, y que somos sus hijos e hijas muy queridos y valorados.
Tener sabiduría es reconocer la obra de Dios en toda su creación. Cada nuevo día es un regalo que Dios nos concede, y no debemos olvidar que estamos en sus manos, tanto en los momentos buenos como en los malos. Nuestras vidas pueden estar llenas de altibajos, pero un corazón sabio confía en que cuando todo parece desmoronarse, Dios se hace presente y nos tiende su mano, demostrando cuán grande es su fidelidad.
La sabiduría es un don de Dios y hemos de pedirle que nos la conceda siempre. Y ésta no es cualquier sabiduría…. “la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía”. (Santiago 3,17). Que nuestras acciones y humildad reflejen de dónde proviene nuestra sabiduría, ya que la sabiduría también se encuentra en obedecer las leyes de Dios, seguir sus mandamientos y amarnos los unos a los otros, tal como Él nos ha amado.
Donde abunda la sabiduría también abunda la alegría de sentirnos amados y amadas por Dios. Por ello nos alegramos y cantamos alabanzas al Creador.
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Amén” (Romanos 11,33).
Sergio Utz