Yo lo pondré a salvo, fuera del alcance de todos, porque él me ama y me conoce.
Salmos 91, 14

Estimado hermano, estimada hermana, continuamos leyendo el final de este salmo, donde el sacerdote del templo invita al rey David a depositar toda su confianza en el Señor.
Después de una prolongada y ferviente espera, finalmente se escucha la voz de Dios. Esta es la respuesta consoladora para aquellos que están afligidos. El Señor manifiesta que la promesa a David se basa en su amor por él y en su conocimiento profundo de quien es. En la Biblia, el verbo «conocer» se utiliza para denotar una relación íntima y cercana, que implica unión y conexión.
En estos versículos, dicha promesa se manifiesta a través de siete verbos finitos: “Salvar, llamar, contestar, liberar, colmar, disfrutar, gozar”. Dado que el número siete suele simbolizar la plenitud, es probable que esto no sea una coincidencia, sino que refleje la promesa completa de la compañía de Dios. Sin embargo, también hay un octavo elemento que es profundamente significativo. Se encuentra cerca del centro de la secuencia y es la única promesa expresada en una cláusula: “con él (estoy) en sus tribulaciones”.
La promesa divina implica la presencia de problemas y angustias. La liberación y la salvación que Dios promete no garantizan una vida exenta de preocupaciones. Más bien, aquellos que confían plenamente en Dios experimentan liberación y salvación en medio de la adversidad y los problemas.
Podemos depositar nuestra confianza en personas y cosas, pero el salmista insiste en que solo hay un lugar donde podemos estar verdaderamente seguros: en el refugio del Altísimo. Nos dice: “Con él/ella estaré…”. Esta es la promesa de Dios. Permitámonos ser acompañados y abrazados por aquel que puede brindarnos paz. Amén.

Mario Gonzalez

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