Mi siervo, que siempre hace lo justo, salvará a muchos, y cargará con el castigo que merecían las maldades de ellos.
Isaías 53,11b
El justo de Dios vino a ponernos en paz con el Padre y la humanidad lo clavó en una cruz. Cargó con nuestro castigo atravesando la muerte para vencerla, para ser primicia del Reino, vida nueva en una tierra que será nueva y un cielo que será nuevo.
Ser aquel que siempre hace lo justo es la señal visible del Hijo, y encontrarnos con Él es suficiente para dar sentido a nuestra vida, para trascender nuestro propio interés, y para formar una comunidad que nos acoge y nos envía. La búsqueda de la justicia se convierte en un imperativo para proteger la vida y preservar la dignidad de lo creado por el Padre. Al buscar la justicia, todo lo demás vendrá por añadidura.
Lutero decía que no hay manera que el ser humano salde su deuda delante de Dios,
por eso es Cristo quien asume esa deuda con su propio cuerpo,
Él carga en esa cruz con el desamor de quienes lo condenan,
con el odio de quienes lo persiguen,
con la indiferencia de los espectadores,
con el miedo de sus discípulos…
Las carga Él para sacarlas de nuestras espaldas,
para que podamos vivir amorosamente,
sin que el odio organice nuestros pensamientos,
para comprometernos con la realidad que nos rodea,
sin dejar que el miedo nos paralice para siempre.
Esa es la experiencia de haber sido salvados:
Por eso es que hoy tenemos esperanza,
por eso es que hoy luchamos con porfía,
por eso es que hoy miramos con confianza el porvenir.
(Canto y Fe N° 223)
Amen
Peter Rochón