Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla, pero al volver vendrá con regocijo trayendo sus gavillas.
Salmo 126,6
Especialmente en momentos difíciles, tendemos a reflexionar sobre la importancia de emplear todos los recursos a nuestro alcance para superar las adversidades. Sin duda, hemos actuado de esta manera en numerosas ocasiones: ponemos generosamente nuestros dones, inteligencia, fuerza, sensibilidad y fe que Dios nos ha otorgado. Así, decimos: “De esta manera creo que puedo lograr esto o resolver aquello, alcanzar la meta que me hemos propuesto y finalmente cosechar con éxito”.
Seguramente también hemos pedido a Dios que mirara con benevolencia, bendijera y completara nuestra modesta obra. Con este pensamiento, fortalecemos diariamente nuestra esperanza, la cual nos sostiene y anima. Sin embargo, por experiencia sabemos que también a nosotros nos puede tocar llorar mientras llevamos la preciosa semilla. A pesar de ello, seguimos avanzando gracias a la promesa que también se nos ha hecho: que el regreso será distinto, lleno de la alegría de aquellos que llevan en sus manos los frutos de la preciosa cosecha.
Sabemos que existen otros caminos: anchos, luminosos, resplandecientes y también, hay que decirlo, muy engañosos. Son senderos que no conducen a ningún destino beneficioso y de los cuales, si llegamos a recorrerlos, enfrentaremos grandes dificultades al intentar regresar. Por eso, Cristo nos advierte que debemos optar por el camino angosto (Mateo 7,13-14), ya que es por ese sendero que regresaremos con la riqueza de la alegría, fruto de un corazón limpio y una conciencia tranquila. Ese es el camino que conduce a la vida. Amén..
Delcio Källsten