23° domingo después de Pentecostés, 30° en el año
Jesús le dijo: – Puedes irte; por tu fe has sido sanado. En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús por el camino.
Marcos 10,52
El relato de hoy tiene por título “Jesús sana a Bartimeo, el ciego”. Me resulta interesante y maravilloso que se mencione el nombre propio de esta persona: Bartimeo. Jesús realizó muchas curaciones durante su ministerio, pero en casi ninguno de los casos aparece el nombre de la persona, sino solo su condición (ciego, paralítico, leproso…). Aquí, el nombre nos lleva a pensar que esta persona no solo es ciega; es alguien con muchas otras cualidades, dones y preocupaciones.
En definitiva, podemos pensar que Jesús no solamente cura, sino que transforma la vida de quien sufre. En el relato se pone de manifiesto que Bartimeo confió plenamente en que Jesús podía transformar su vida, y por eso se obra el milagro.
Hay otro detalle no menor que pone de relieve el respeto que Jesús tiene por la persona de Bartimeo. En el versículo 51 Jesús le pregunta “¿Qué quieres que haga por ti?”. Es decir, no dio por sentada cuál era su necesidad, sino que preguntó qué era lo que esta persona necesitaba. Este gesto de Jesús debe ser imitado por nosotros, ya que muchas veces creemos saber lo que el otro necesita y no lo involucramos en su propia transformación.
La respuesta necesaria a la transformación que Jesús obra en aquellos que se encuentran con Él es el seguimiento.
Te invito a preguntarte en este domingo:
¿Qué transformaciones obra Jesús en tu vida?
¿De qué modo respondes a las mismas?
Ven Señor Jesús, transforma nuestras vidas, ¡Ten compasión de nosotros! Que podamos seguirte por el camino. Amén.
Deborah Verónica Cirigliano Heffel